sábado, febrero 27, 2010

Hoy...

Hoy es uno de esos días en que piensas qué cojones estás haciendo con tu vida. Y normalmente, la respuesta no es afortunada.

Ha sido un día normal, lleno de nubes feísimas; ha llovido, el viento ha torcido un árbol que lleva más años que yo en Alcobendas. Cuando lo he visto me ha dado la sensación de que me miraba y trataba de decirme que porqué coño tiene que sufrir él las consecuencias de las chorradas del ser humano. Tristemente, le he devuelto la mirada y me encogido de hombros. Porque si no lo sabe él, que sus ancestros tienen miles de trillones de años y estaban aquí antes de que a Dios se le ocurriera crearnos, ¿que le voy a contestar yo, que soy un parásito humano más en este juego que se denomina Vida?

Hoy, la naturaleza ha vuelto a vengarse. Y la ha emprendido con Chile. Mañana será con otro. Y así seguirá hasta que aprendamos la puta lección. Somos como niños de dos años; nos dicen "no te subas ahí que te vas a caer" y por nuestros santos cojones, nos subimos. Y claro, ahora que nos caemos, nos quejamos. Pero no es una queja con pataleta. Es una queja mundial: ¿por qué coño no se le caen las casas a los gobernantes? ¿A los científicos que juegan con seres vivos? ¿A aquellos que juegan a ser Dios? ¿Por qué se le caen solo a los inocentes? La respuesta es fácil: porque tienen bunckers que se han montado con nuestro dinero y nuestra ignorancia. Ahora mismo están cobijados y calentitos en sus casas mientras en Haití aún no han terminado de sacar muertos de los escombros y ahora hay que empezar ha hacer lo mismo en Chile.

Ni siquiera sé porqué escribo estas palabras. He sentido la necesidad de plasmar algo que carcomía mi conciencia y eso es lo que estoy haciendo.

Fuera, en mi calle totalmente sola y sin un alma a la vista, azota el viento fuertemente contra las persianas bajadas de mi terraza, donde me encuentro escribiendo esta absurda entrada de mi blog. ¿Y por qué? No tengo ni idea. Ni siquiera sé si tiene coherencia algo de lo que escribo. Más digo, no sé porqué he empezado mi entrada con esa primera frase.

Hoy han muerto muchas vidas. Vidas que significaban mucho para otras personas. Y mientras tanto, mientras yo veo un par de minutos las noticias de la tele y me entero de las nuevas fechorías que está realizando el viento tosco, me pregunto qué cojones estoy haciendo con mi vida, sabiendo que mañana podría ser el último. Y la respuestas es: nada. ¿Es eso lo que querría que pensaran mis familiares de ser mañana mi último día? Puff, la verdad, creo que me revolvería en mi propia tumba de solo pensarlo.

Creo que a donde quiero ir a parar con esta absurda entrada es que la oportunidad que se nos ha dado como seres humanos es más grande que todo el oro, el puto petroleo que tanto está destruyendo el corazón humano, e incluso mucho mas que nuestro privilegiado cerebro. Y esa oportunidad es la de vivir. La vida. Con lo cara que cuesta, lo difícil que es vivirla e imposible recuperarla una vez fuera de combate, y nosotros desperdiciándola. No me extrañaría que Dios, ahora mismo, estuviera aprentando los dientes con rabia de ver como la tiramos por la borda sin hacer nada.

Pero, incluso después de todas estas palabras, de intentar alcanzar una conclusión a toda esta tontería que está saliendo de mi cabeza, mi pregunta sigue siendo la misma del principio: ¿Qué coño estoy haciendo con mi vida?

Puede que mañana llegue la respuesta.

miércoles, febrero 17, 2010

Atlantis me dice que no

Bueno, pues, Atlantis me ha dicho que no. Dice que mi novela está harta de errores e incongruencias. QUe habría que cambiar la forma y el contenido para poder llegar a un público más amplio.

Lo curioso es que apenas me ha afectado emocionalmente. La vez anterior, con Génesis, me llevé un chasco terrible y estuve meses sin escribir. En esta ocasión, supongo que me lo esperaba un poco. No me han herido el ego. Eso es bueno.

Lo que si estoy viendo cada vez más, es que tengo menos futuro como escritora que el Fari cantando Heavy. A lo mejor mi camino no es el reconocimiento en un futuro, sino el escribir en el anonimato y hacer pasar un rato majo a mis familiares y amigos con mis historias. Aunque eso tiene un problema: Ninguno me lee.

Cawento.

sábado, febrero 13, 2010

Libro solidario para las víctimas del terremoto de Haití.

Hola.

Me tomo un momento para comentaros que un grupo escritores de mas de doscientas personas hemos participado en la preparación de un libro de relatos para recaudar dinero para las víctimas de Haití. Se trata de una iniciativa de Librovirtual.org y nos han pedido que lo movamos un poco para que llegue a cuantos más mejor.

El libro se puede comprar en papel, en pdf, en e-book y otros formatos. Os dejo los links para acceder a ello. Si pudierais enviar los links a otras personas que conozcais y pudiera interesarles, será genial.

En papel:

http://www.bubok.com/libros/169478/Libro-Solidario-para-ayudar-a-las-victimas-del-terremoto-de-Haiti

En formato pdf, lrf, e-book:

http://www.librovirtual.org/librosolidario.php

domingo, febrero 07, 2010

NO al daño a propósito

Pese al daño que me han hecho estos días en Bubok, y que no perdono, ni perdonaré en mucho tiempo, sé reconocer las cosas, aunque mi orgullo no me permite decirlo en voz alta.

He retirado mi novela Génesis de todas las páginas en las que se podía comprar o leer gratuítamente. Pese a la decena de veces que la he corregido sigue habiendo errores gramaticales y en contra de lo que se me ha acusado, intento tener mis obras lo más perfectamente que sé hacer, porque me gusta la perfección. Otra cosa es que mis conocimientos me lo permitan. Y como veo que no, lo mejor es mantenerlas guardadas hasta que pueda conseguir alguien que me ayude con la correción de mi obra.

La persona que, en mi opinión, me ha atacado directamente, podía haberse ahorrado sus palabras dolorosas y haberme explicado cómo mejorar mi obra; cosa que han hecho algunas personas que me han leido y me han ayudado a corregir fallos. Por tanto, su manera de criticar mi forma de escribir la considero del todo nula, pues más que constructivo ha sido destructivo. Y a este tipo de críticas las rechazo por no aportarme nada positivo.

No se trata de ego, como han marcado otros. Diría más bien que es la no aceptación de un insulto en público, que se podría haber evitado en todos los aspectos. No perdono el daño a propósito. No existe fin alguno para hacerlo salvo el de hacer crecer el ego del que ataca. Y precisamente por esto, ni lo acepto ni lo tolero.

viernes, febrero 05, 2010

INVICTUS

En la noche que me envuelve
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al dios que fue
por mi alma inconquistable.

En las garras de las circunstancias
no he gemido ni llorado
anta las puñaladas del azar.

Si bien he sangrado
jamás me he postrado.

Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.

No obstante, la amenaza de los años me halla;
y me hallará. Sin temor.

Ya no importa cuan recto haya sido el camino
ni cuantos castigos lleve a la espalda.

Soy el amo de mi destino.

Soy el capitán de mi alma.


William Ernest Henley

martes, febrero 02, 2010

Escribir es dejar de ser escritor

Hece unos días, en Bubok, un compañero dejó este artículo de otra persona que me parece que no tiene desperdicio alguno. Os lo copio par que podáis leerlo. Un saludo.

Escribir es dejar de ser escritor

Muchas veces me he visto obligado a contestar a la pregunta de por qué escribo Al principio, cuando era muy joven y tímido, utilizaba la breve respuesta que daba André Gide a esa pregunta y contestaba: «Escribo para que me lean.»

Si bien es cierto que escribo para que me lean, con el tiempo he aprendido a completar con otras verdades mi sincera respuesta a la pregunta de por qué escribo. Ahora, cuando me hacen la inefable pregunta, explico que me hice escritor porque 1) quería ser libre, no deseaba ir a una oficina cada mañana, 2) porque vi a Mastroianni en La noche de Antonioni; en esa película -que se estrenó en Barcelona cuando tenía yo dieciséis años- Mastroianni era escritor y tenía una mujer (nada menos que Jeanne Moreau) estupenda: las dos cosas que yo más anhelaba ser y tener

Casarse con una Jeanne Moreau no es fácil, tampoco lo es ser realmente un escritor. Por aquellos días, yo tenía una vaga idea de que no era sencillo ni una cosa ni la otra, pero no sabia hasta qué punto eran dos cosas muy complicadas, sobre todo la de ser escritor

Yo vi La noche y empecé a adorar la imagen pública de esos seres a los que llamaban escritores. Me gustaron, en un primer momento, Boris Vian, Albert Camus, Scott Fitzgerald y André Malraux. Los cuatro por su fotogenia, no por lo que hubieran escrito. Cuando mi padre me preguntó qué carrera pensaba estudiar -é1 tenía la callada ilusión de que yo quisiera ser abogado-, le dije que pensaba ser como Malraux. Recuerdo la cara de estupor de mi padre, y también recuerdo lo que entonces me dijo: «Ser Malraux no es una carrera, eso no se estudia en la universidad.»

Hoy sé muy bien por qué deseaba ser como Malraux. Porque ese escritor, además de tener una expresión de hombre curtido, se había construido una leyenda de aventurero y de hombre no reñido con la vida, esa vida que yo tenía por delante y a la que no quería renunciar Lo que en esos días yo no sabía era que para ser escritor había que escribir, y además escribir como mínimo muy bien, algo para lo que hay que armarse de valor y, sobre todo, de una paciencia infinita, esa paciencia que supo describir muy bien Oscar Wilde: «Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla.»

Todo esto lo explicó muy bien Truman Capote en su célebre prólogo a Música para camaleones cuando dijo que un día comenzó a escribir sin saber que se había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo: «Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y escribir mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil pero brutal.»

Así pues, yo en esos días no sabía que para ser escritor había que escribir, y además había que escribir como mínimo muy bien. Pero es que, por no saber, ni sabía que era preciso renunciar a una notable porción de vida si se quería realmente escribir Por no saber, ni sabía que escribir, en la mayoría de los casos, significa entrar a formar parte de una familia de topos que viven en unas galerías interiores trabajando día y noche. Por no saber, ni sabía que iba a acabar siendo escritor, pero un tipo de escritor alejado de la figura de Malraux, pues me esperaban aventuras, pero más del lado de la literatura que de la vida.

Pero escribir vale la pena, no conozco nada más atractivo que la actividad de escribir, aunque al mismo tiempo haya que pagar cierto tributo por ese placer. Porque es un placer y es -como decía Danilo Kis- elevación: «La literatura es elevación. No inspiración, les ruego. Elevación. Epifanía joyceana. Es el instante en que se tiene la impresión de que, en toda la nulidad del hombre y de la vida, hay de todos modos unos cuantos momentos privilegiados, que hay que aprovechar. Es un don de Dios o del diablo, poco importa, pero un don supremo.»

Hoy en día, con el auge de la nueva narrativa española, se dan entre nosotros dos tipos de escritores jóvenes, de escritores principiantes: por una parte, están los que no ignoran que se trata de un oficio duro y paciente, un oficio en el que se avanza en tinieblas y le obliga a uno a jugarse la vida, a arriesgar (como decía Michel Leiris) la vida como lo hace un torero; por otra parte, están los que ven en la literatura una carrera y buscan el dinero y la fama como primer objetivo de su trabajo.

No tengo alma de predicador y, además, no quiero desanimar ni a unos ni a otros, de modo que citaré de nuevo a Oscar Wilde, citaré ese consejo que le dio a un joven al que le habían dicho que debía comenzar desde abajo: «No, empieza desde la cumbre y siéntate arriba.» Gabriel Ferrater lo dijo de otra forma: «Un escritor es como un artillero. Está condenado, lo sabemos todos, a caer un poco más abajo de su meta. Por ejemplo, si yo pretendo ser Musil y caigo un poco más abajo, pues ya es bastante más arriba. Pero si pretendo ser como un autor de cuarta fila...»

Un escritor debe tener la máxima ambición y saber que lo importante no es la fama o el ser escritor sino escribir, encadenarse de por vida a un noble pero implacable amo, un amo que no hace concesiones y que a los verdaderos escritores los lleva por el camino de la amargura, como muy bien se aprecia en frases como esta de Marguerite Duras: «Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos.»

Plantearse escribir es adentrarse en un espacio peligroso, porque se entra en un oscuro túnel sin final, porque jamás se llega a la satisfacción plena, nunca se llega a escribir la obra perfecta o genial, y eso produce la más grande de las desazones. Antes se aprende a morir que a escribir. Y es que (como dice Justo Navarro) ser escritor, cuando ya se sabe escribir, es convertirse en un extraño, en un extranjero: tienes que empezar a traducirte a ti mismo. Escribir es hacerse pasar por otro, escribir es dejar de ser escritor o de querer parecerte a Mastroianni para simplemente escribir, escribir lo que escribirías si escribieras. Es algo terrible pero que recomiendo a todo el mundo, porque escribir es corregir la vida -aunque sólo corrijamos una sola coma al día-, es lo único que nos protege de las heridas insensatas y golpes absurdos que nos da la horrenda vida auténtica (debido a su carácter de horrenda, el tributo que debemos pagar para escribir y renunciar a parte de la vida auténtica no es pues tan duro como podría pensarse) o bien, como decía Italo Svevo, es lo mejor que podemos hacer en esta vida y, precisamente por ser lo mejor, deberíamos desear que lo hiciera todo el mundo: «Cuando todos comprendan con la claridad con que yo lo hago, todos escribirán. La vida será literaturizada. La mitad de la humanidad se dedicará a leer y a estudiar lo que la otra mitad de la humanidad habrá escrito. Y el recogimiento ocupará la mayor parte del tiempo que será así arrebatado a la horrible vida verdadera. Y si una parte de la humanidad se rebelase y se negase a leer las lucubraciones de los demás, mucho mejor. Cada uno se leería a sí mismo.»

Leyendo a los otros o a nosotros mismos, poco margen veo yo para estallidos bélicos y mucho en cambio para la capacidad de un hombre para respetar los derechos de otro hombre, y viceversa. Nada menos agresivo que un hombre que baja la vista para leer un libro que tiene en sus manos. Habría que partir a la búsqueda de ese recogimiento universal. Se me dirá que se trata de una utopía, pero sólo en el futuro todo es posible.

Enrigque Vila-Matas
 

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