viernes, diciembre 24, 2010

Hoy soñe...

Hoy soñé que tenía una casa en California. Rodeada de jardín por delante y por detrás, y decorada con una valla blanca de madera. A la izquierda de la entrada, en el jardín, habían tres pequeños gnomos rodeados de flores pequeñitas de muchos colores. El buzón era como los americanos, de esos que se sube el aspa cuando el cartero te deja cartas. La casa no era de madera sino de una mezcla de madera y piedrones. Preciosa. Al entrar te encontrabas con un vestíbulo bastante grande y lleno de luz. En uno de los lados tenía un piano que no sabía tocar. Y de frente, subíendo las escaleras nos encontrabamos con las habitaciones. Cinco en total. La mía, mi taller-despacho, y el resto para familiares, amigos... La terraza era inmensa, quizá se pudieran levantar tres o cuatro pisos en ella. Era inmensa. A medida que caminabas podías ver diferentes tipos de asientos, todos bonitos y cómodos para que mi familia estuviese agusto. Al fondo, había levantado un pequeño jardín para darle más vida. Mi taller tenía forma octogonal y todos los muebles estaban hechos a medida, con cajoncitos muy finos y repletos de pequeños compartimentos para las piezas de bisutería. En el otro extremo lucía un escritorio de madera con un portatil y todo lo que necesita un escritor para escribir sus novelas. La ducha de mi baño era casi como el cuarto de baño de mi verdadera casa, inmensa y tenía todo tipo de artilugios para disfrutar de un buen baño. Por los pasíllos -amplios pasillos- te encontrabas con botones que no eran otra cosa sino un sistema hidráulico que activaban algo maravilloso: del techo aparecían maleteros que bajaban hasta mi altura para poder coger las cosas que necesitaba y volver a esconderse en el techo, como si no existiera nada allí. En uno de los armarios empotrados, en el suelo, estaba la entrada al bunker, por los tornados (que no sé si California es zona de tornados, pero en mi sueño, sí). Mi familia estaba visitandome para ver mi nueva casa conseguida con el dinero que me daban mis novelas. Les bajé al bunker para que vieran cómo era. Estaba repleto de comida fresca que no se estropeaba (es un sueño, no preguntéis) y en los ojos de mi familia veía la clara convicción de mudarse para vivir una vida mejor. Yo les explicaba que la casa que había justo enfrente era para ellos, la había comprado para tenerles cerca, a mi lado.

Y entonces, el asma me despertó, recordándome que no era más que un sueño y que tendré que conformarme con la casa que tengo alquilada y con mi pobreza y enfermedades.

Ha sido solo un sueño, pero que sueño, señores.

0 comentarios:

 

Una pluma sin tintero Copyright © 2010 | Designed by: Compartidisimo